Protestas en Venezuela

Protestas en Venezuela
Fuerza Colectiva para el cambio

martes, 2 de octubre de 2018

Urge un acuerdo de consenso político

Urge acuerdo sobre Consenso de la Política

Gobierno y Oposición no logran encontrar la ruta común.

La profundización de la crisis venezolana, es el pozo oscuro de un aljibe de sedimentos, en el cual, la historia de su contingente humano, transita la senda de búsqueda de una identidad. Un grupo humano, cuya población combina variadas formas de narrativas, a veces coincidentes en un relato que logra legitimarse, durante periodos de corta estabilidad, para retornar a su signo característico: la fuerza indeterminada de una ausencia de memoria histórica, que apunte y proyecte, un imaginario colectivo sólido y no a la esperanza de la acción milagrosa de un héroe.
La realidad actual, es resultado de una caótica confluencia de abigarradas propuestas, en busca de legitimación de un relato unificador, con premisas harto contradictorias. En nuestra sociedad, coexisten quienes visualizan un orden social mezcla de marxismo autoritario en donde se debaten a lo interno el trotskysmo, con el autoritarismo stalinista y las versiones latinizadas como la cubana. Coexisten además, las interpretaciones de la social democracia lasallista junto a formas de la tradicionalidad religiosa clásica fundadas en la ética protestante y la compañía de Jesús, entre otras, pero estas, expresan las raíces fundamentales de nuestro ideario político y ciudadano en conjunción de formas definitorias de convivencia social.
Con esta complejidad no es difícil imaginar las complicaciones que suponen la construcción de algún proyecto y en particular, la formación de acuerdos. Esta condición, a mi juicio, comporta –si el lector está de acuerdo en compartir este aspecto- una de las causas primarias, dentro de un conjunto complementario de variables históricas y culturales, pero también, otras de índole biogenéticas ubicadas en la diversidad de nuestro origen.  El resultado ha sido un palimpsesto continuado de Estados, Repúblicas, revoluciones y gobiernos, cuyo estiércol de carencias, visión futura y responsabilidad generacional, se subalterna a los apetitos personales, que subsisten, de la herencia  depredadora colonial, bajo conductas sociales y políticas que reproducen vicios y degradaciones, del interés colectivo en pro de la indidualización de grupos de dominación, alternados sin orden político ni ideológico. Solo prevalece, la influencia y retrato del militarismo cuando recorremos este paisaje.
Este punto de partida, es el referente, para intentar dar legitimidad a una causa urgente por construir y consolidar. Venezuela, no es diferente a los países vecinos en su devenir, sin embargo, todos viven un rostro común; ser el escenario donde converge la cotidianidad en la cual, se expresa la dicotomía eterna vivencial y existencial: impulsar la libertad o crear dominación. Estas dos realidades dialécticas, promulgan una constante lucha por construir un orden de vida que caracteriza las sociedades. Pero ningún país ni sociedad, lo ha hecho, sin superar la historia particular de los pueblos y de sus conexiones internacionales, para construir un sistema de convivencia que sea el producto del esfuerzo y consenso de todos, donde se defina, que se espera de vivir en el mismo territorio y pertenecer a un determinado gentilicio, cultura e historia.
Este aspecto, se hace central y es nuestro problema. Se le llama identidad. No es el resultado de una imposición grupalista-partidista, ni la implementación por la fuerza o de la aplicación de avanzados esquemas del manejo de grupos humanos con la psicología de masas, pos-verdad y Biopolìtica, para sostener una forma de dominación; ni tampoco, el resultado de fórmulas populistas donde la confrontación con un enemigo imaginario, convulsiona hacia el adefesio de la hegemonía, con un significante vacío de historia y realidad de progreso y bienestar para todos,  incapaz de asignarle un alto valor social al desempeño laboral, acometido voluntariamente, donde las actitudes laborales y el trabajo efectivo sean la diferencia  y no,  la dependencia a las dádivas o al oportunismo.
Esta narrativa, pretende argumentar la necesidad de legitimar un lenguaje común en el acontecer de la política. La crisis de gobernabilidad, las divisiones y heterogeneidad de las clases dominantes así como la fragmentación de criterios y objetivos políticos de los sectores de oposición acentúan e imposibilitan el llamado a un acuerdo de supervivencia. Compatriotas de ayer y hoy, en su inmensa mayoría, han vivido y continúan haciéndolo, en medio de una pobreza lamentable, que contrasta con la riqueza natural y de recursos depositados en su territorio junto al potencial que ello encierra.  La imposibilidad de lograr constituir un Estado y un Gobierno consecuente con la misión histórica de formar ciudadanos responsables en lo interno, opera en sentido inverso a la disposición de la comunidad internacional y apetencias de países vecinos de favorecerse del desorden e incompetencia de los venezolanos para decidir su destino. Y no solo somos los que habitamos en él, sino el contingente que huye, los militares pillos, los politiqueros de ambos bandos, el oportunismo generalizado y la inacción fundada en la impotencia de los liderazgos colectivos que esperan resucite un héroe de la nada en lugar de constituirnos todos en eso.
Tanto la comunidad política como los grupos económicos, pero lastimosamente, la clase ocupacional y los dirigentes de las organizaciones de la clase trabajadora, no atinan en un encuentro existencial de urgencia. Las universidades y sus dirigentes, pero por igual las Autoridades, no escapan de los mismos problemas re potenciados en el silencio cómplice de la frustración y el enojo escondido en la comodidad de lo inmediato. Un escenario, capaz de crear resultados insospechados y de los cuales habremos de arrepentirnos por no saber ni desear, sobreponer lo urgente a las conveniencias personales. Hay un grito generacional que clama por la respuesta de actores que están agotados. El panorama es preocupante y la alternativa está extraviada en el horizonte de un acuerdo interno que se aleja a medida que nos acercamos buscándole.